
2. Sobreproteger Aseguran los
educadores que éste es uno de los errores más frecuentes en la sociedad
actual. Los padres asumen muchas tareas de los hijos, estudian con
ellos, les disculpan ante el profesor, intervienen antes de verles
sufrir las consecuencias de una mala decisión, les dicen constantemente
lo que han de hacer, organizan toda la vida familiar a su alrededor, les
evitan disgustos… “Esta sobreprotección resulta muy perniciosa porque
hace ciudadanos dependientes y a veces muy tiránicos, porque crecen
pensando que el mundo gira a su alrededor, que son los reyes de la casa,
no uno más de la familia”, advierte Javier Urra. La sobreprotección
provoca personas inseguras, incapaces de tomar decisiones y de enfrentar
las dificultades y contratiempos diarios, que no saben asumir las
consecuencias de sus actos y con problemas de autoestima. Julio
Fernández asegura que la sobreprotección es un error clásico a la hora
de educar porque estamos preparados genéticamente para proteger la
prole, como hacen otros animales con sus crías. “La infancia en la
especie humana es muy larga, y para criar a un niño durante tantos años
en medio de la sabana había que sobreproteger mucho; pero esa
sobreprotección comenzó a resultar excesiva cuando la vida cotidiana se
hizo menos peligrosa, y de ello dan cuenta historias como la de la Bella
Durmiente o la del Príncipe Siddharta; lo que ha cambiado es que esa
obsesión de los padres por salvaguardar a su hijo de todo mal que se
atribuía y criticaba a príncipes y personajes de alta alcurnia hoy se ha
generalizado a toda la población, y de ahí el actual síndrome del
emperador”, explica.
3. Transmitir desprecio Frases como “ya
sabía que lo ibas a romper”, “eres idiota”, “pareces tonto”, “no vales
para nada”, “siempre me defraudas” o “no sé para que te he tenido”
resultan muy dañinas para los hijos. Gómez enfatiza que no hay que
faltar al respeto a los hijos ni ponerse a su altura cuando se enfadan:
“Los padres no deben perder los papeles, han de controlar su actitud por
mucho que el hijo les provoque; hay que estar por encima de ellos y no
comportarse como un crío o como un adolescente, y perdonar con
facilidad, no entrar en guerras del tipo ‘como él no me habla yo
tampoco’”.
4. Falta de continuidad Los expertos advierten que un
fallo habitual de los padres es dejarse llevar por su estado de ánimo a
la hora de educar, de modo que permiten o no determinadas conductas en
función de que estén más o menos cansados, contentos o enfadados. “Hay
que tener conciencia de que estamos educando siempre, no en momentos
concretos”, señala Gómez. Julio Fernández subraya que, ante los hijos,
los padres son la autoridad, de forma que no deberían comportarse de
forma arbitraria sino ecuánime y racional.
5. Castigar mal Poner
sanciones desproporcionadas o sin lógica, imponer castigos imposibles,
hacer promesas inalcanzables o que no se cumplen son errores muy
habituales y muy nocivos a la hora de educar. Si los castigos no se
aplican por imposibles o por dejadez, los padres pierden autoridad y
transmiten la idea de que sus normas pueden quebrantarse fácilmente. “Es
mejor ser moderado en el castigo y llevarlo a la práctica, y en lugar
de castigar al adolescente sin salir todo un mes o exigirle que estudie
cinco horas diarias, limitarle a una hora la conexión a las redes
sociales o a la videoconsola”, ejemplifica Fernández.
6. Prometer
y no cumplir Los educadores también alertan contra las promesas o
premios inalcanzables, que además de decepcionar acaban desincentivando.
“A veces prometemos comprarles el móvil o la bici si sacan buenas
notas, y esa es una condición muy ambigua, de modo que quizá el chaval
se esfuerza pero al final le decimos que no, que los notables no
cuentan, que se esperaban de él sobresalientes, o que aunque sus notas
son buenas no tendrá el premio porque se ha portado mal con su hermano, y
el niño se frustra y deja de trabajar”, explica Julio Fernández. Y
añade que en muchos casos se amplía aún más el error cuando luego, en un
momento de arrepentimiento, esos mismos padres (o los abuelos), le
acaban comprando el móvil o la bici sin haber conseguido el reto
propuesto.
7. Comparar entre hermanos Todos los padres saben que
cada hijo es diferente. Sin embargo, a la hora de educarlos no siempre
los tratan de forma diferente. Lo habitual es lo contrario, que se
esfuercen en tratarlos por igual y que, a menudo, los comparen. Pero,
advierten los expertos, cada hijo requiere una educación distinta, un
trato individualizado y que le dediquen un tiempo a solas, entre otras
razones para poder conocerle y saber cómo hay que tratarle. “Las
comparaciones continuadas entre hermanos suscitan celos, envidias y
dañan”, alerta Javier Urra.
8. No poner límites Los expertos
explican que muchas veces los padres no tienen un proyecto claro de cómo
van a educar a sus hijos, cuáles son las normas mínimas que van a
exigir, y van improvisando, de modo que no siempre son coherentes en sus
criterios. “Mientras son pequeños trampeamos los problemas que van
planteando, y en la adolescencia se pierde el control, se les quiere
poner normas, y entonces ya es tarde”, comenta Victòria Gómez. Julio
Fernández subraya que muchos padres priorizan la paz familiar por encima
de todo y eluden su obligación de poner límites porque eso lleva en
ocasiones al conflicto.
9. Ser amigos de los hijos Los psicólogos
advierten que los padres son la figura de autoridad para el hijo y es
un error tratar de ser amigos suyos en lugar de ejercer de padres.
También desestiman los estilos educativos muy permisivos o aquellos que
lo negocian todo. “El estilo democrático está bien para algunas cosas,
como para decidir dónde se va de vacaciones, pero se ha magnificado y
hay cosas que no se negocian, como el horario de estudio, el ir con
cinturón en el coche o comportarse bien el supermercado, ahí ha de ser
el padre el que ejerza la autoridad”, reflexiona Fernández. En su
opinión, este tipo de errores se han extendido de la mano de lo que
denomina “leyendas urbanas sobre educación”, informaciones del ámbito de
la psicología que en un momento dado tuvieron vigencia y luego se
demostró que no son ciertas pero continúan en la imaginación colectiva,
como que no hay que castigar para no traumatizar, que hay que potenciar
al máximo la autoestima o que Einstein era mal alumno a pesar de su
inteligencia, ejemplifica.
10. Malos ejemplos “Los padres no
pueden pedir al hijo que se controle o que no pegue si lo que le
transmiten es que de vez en cuando a ellos ‘se les cruzan los cables’,
insultan al del coche de al lado, o están siempre criticando; tampoco
pueden exigirle que termine lo que empieza o que cumpla las normas si
ellos no lo hacen”, dicen los expertos. La incongruencia entre lo que se
dice y se hace “resulta muy negativa, quita fuerza moral y
deslegitima”, apunta Urra.
11. Negatividad El que fuera Defensor
del Menor de Madrid cree que es un grave error no transmitir a los hijos
ilusiones, dilemas vitales y amplitud de miras. Advierte que cuando los
padres son muy depresivos o negativos y los hijos crecen oyendo todo el
día críticas sobre los demás y escuchando que no hay que fiarse de
nadie, que los otros son dañinos, “eso repercute en su carácter, que
acaba siendo despótico, lastimero, paranoico u ofensivo”.
12.
Hacerlos mayores antes de tiempo Un error muy actual de los padres es
acortar la infancia de sus hijos, hacerles mayores antes de tiempo. “Se
detecta en la forma de vestirlos, en dejarles ponerse un piercing o
adoptar comportamientos de adulto desde muy pequeños, en encontrar
divertido y alentar que tengan novias o novios, en permitir que con 14
años tengan horarios de fiesta intempestivos…”, indica Fernández. Y
subraya que el contrasentido es que a ese mismo chaval al que se deja
salir de noche, se le prepara el desayuno y se le tramita la matrícula
del instituto. “Por un lado les hacemos muy mayores, y por otro no les
dejamos crecer, no les damos responsabilidades propias de su edad”,
concluye.